Las mujeres radicales siguen escribiendo historia, con convicción, con coraje y con amor.

Santa Rosa fue este fin de semana el corazón palpitante de un legado que no se detiene. Es el legado de Illia, de Irigoyen, de Alfonsín. De Elvira, Margarita, Florentina. Desde todos los rincones del país llegaron mujeres radicales con sus historias, sus luchas y sus sueños al XII Encuentro Nacional, celebrado en la capital pampeana, cuna de tantas batallas por la igualdad, la democracia y los derechos, donde gobierna hace mas de 40 años el peronismo.

El aire estaba cargado de emoción y memoria. De aplausos, de gritos, de banderas y camisetas rojiblancas, de expectativa.

No era solo una reunión política: era una reunión de afectos, de convicciones, de generaciones que se abrazaban con la fuerza de quienes saben que la militancia también se hace con ternura. Las palabras de bienvenida, los debates y los talleres estuvieron atravesados por una misma certeza: el feminismo y la política se entrelazan cuando las mujeres radicales se ponen de pie.

Hubo homenajes y hubo proyectos, hubo lágrimas y hubo risas, hubo silencio ante el recuerdo de las pioneras, y también gritos de unidad, de fuerza, de futuro. Las juventudes tomaron la posta con respeto y rebeldía; las referentes marcaron el rumbo con la sabiduría de quienes abrieron caminos cuando nada era fácil. Y entre todas, se tejió nuevamente una red que es política y es afectiva, una trama profunda que fortalece al radicalismo desde su raíz más noble: la de los derechos humanos, la igualdad y la justicia social.

Santa Rosa, con su gélido comienzo del invierno, con su viento característico, se convirtió en símbolo. Porque en tiempos de retroceso y deshumanización, el XII Encuentro fue un gesto poderoso de resistencia: las mujeres radicales siguen escribiendo historia, con convicción, con coraje y con amor.

(Claudia Camilletti. Pampanoticias)