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"Una nueva coalición de gobierno para construir una Argentina sana y
previsible"
A) El antecedente de Gualeguaychú 2015
Hace cuatro años se reunía la Convención Nacional en Gualeguaychú, en lo
que constituyó un ejercicio cívico, democrático y soberano ejemplar. Tras un
intenso debate entre dos visiones alternativas, que se extendió hasta altas
horas de la madrugada, se aprobó finalmente una alianza con el PRO y la
Coalición Cívica, que luego adoptó el nombre Cambiemos.
Si bien esto fue visto como un hecho extraordinario en la política argentina, lo
cierto es que para el Radicalismo tomar decisiones colectivas a través de
reglas formales, no lo es. Todas las nominaciones de candidatos a presidentes
del radicalismo y las estrategias de competencia en cada caso desde 1916
hasta hoy pasaron por esta Convención: nada menos que 24 nominaciones de
candidatos a presidente. En el 17% de los casos el mecanismo seleccionado
fueron las internas (cerradas, semiabiertas y PASO), mientras que en el
restante 83% las fórmulas fueron producto de acuerdos. Ignorar este dato sería
desconocer una práctica y un aprendizaje democrático de 103 años de
duración.
Formar coaliciones, ya sea parlamentarias o presidenciales, para generar
alternancia democrática desde 1983 tampoco es una práctica ajena a la UCR.
En la mitad de las elecciones presidenciales de estos 36 años de nuestra
recuperada democracia, el Radicalismo formó parte de coaliciones. Compitió
con candidatos propios y sin formar coalición en cuatro ocasiones: Raúl
Alfonsín - Víctor Martínez (1983), Eduardo Angeloz - Juan Manuel Casella
(1989), Horacio Massaccessi - Antonio Hernández (1995) y Leopoldo Moreau -
Mario Losada (2003). Y lo hizo en coalición, con candidatos propios o ajenos
también en cuatro: Fernando de La Rúa (UCR) - Chacho Álvarez (Frepaso) en
la Alianza (1999); Roberto Lavagna (PJ) - Gerardo Morales (UCR) en UNA
(2007); Ricardo Alfonsín (UCR) - Javier González Fraga en Unión Para el
Desarrollo Social (2011) y Mauricio Macri - Gabriela Michetti, en Cambiemos
(2015) luego de que Ernesto Sanz y Lucas Llach (UCR) perdieran las PASO.
La Convención de Gualeguaychú en 2015 forma parte de esa tradición radical:
la de construir partido y alternativas electorales, y construir país. No caben
dudas de que el aporte de la UCR en la conformación de Cambiemos resultó
fundamental para garantizar en nuestro país la alternancia que toda
democracia requiere. Cambiemos triunfó a nivel nacional y también en varias
provincias. Y con ello, no sólo se puso fin a tres mandatos presidenciales
consecutivos de un mismo espacio político. Cambiemos también ganó en
Mendoza y en la CABA, tal como más tarde lo haría en Corrientes. Y la
alternancia llegó después de décadas a las provincias de Buenos Aires y Jujuy.
B) Cambiemos: objetivos, logros y tareas pendientes.
Desde el 10 de diciembre de 2015 han transcurrido 1264 días de gestión del
actual gobierno de Cambiemos. Al repasar este tiempo es posible encontrar
avances positivos en áreas muy diversas. Se recuperaron instituciones
fundamentales del sistema republicano: la independencia de la justicia, el rol
del congreso en el debate público y la disponibilidad de estadísticas confiables
son tan sólo algunos ejemplos. En política exterior, Argentina volvió a
integrarse con el mundo: a nivel global organizó el G20, y a nivel regional tuvo
una actitud proactiva frente a la situación venezolana. Financieramente, se
resolvió el conflicto de los holdouts y la salida del control de cambios (cepo). En
materia energética, Vaca Muerta se consolidó como realidad. En materia de
seguridad se ven resultados en la lucha contra el narcotráfico. Y hubo
significativos avances en la calidad, cantidad y transparencia de la obra
pública.
Son destacadas las cinco gestiones provinciales manejadas por Cambiemos,
con características similares como la recuperación del estado (en casos como
los de Buenos Aires, Mendoza y Jujuy, estados devastados por las gestiones
anteriores), el combate contra las mafias y la corrupción, el cambio de la matriz
productiva con la incorporación de proyectos de energías renovables en casi
todos los casos, el desarrollo del Foresto Industrial en Corrientes y la
transformación urbana de la Ciudad de Buenos Aires, son algunos ejemplos de
esas buenas administraciones.
Sin embargo, la macroeconomía nunca pudo salir por completo de la compleja
situación en la que había entrado en los últimos años de la administración
kirchnerista: precios relativos retrasados (cepo al dólar y tarifas congeladas) en
un proceso inflacionario en curso; elevado déficit fiscal; y falta de crecimiento y
de creación de puestos de trabajo en el sector privado. La fragilidad coyuntural
volvió a mostrarnos las vulnerabilidades históricas, que hicieron eclosión en
2018. Ese año cerró con una fuerte recesión, una mega-devaluación y una
inflación orillando el 50%. Hoy la economía se encuentra atrapada, y ello siente
también la enorme mayoría de los argentinos. La pobreza y el desempleo
subieron, y cada vez más gente siente que le cuesta llegar a fin de mes.
Además de lo macro, tenemos dos grandes deudas más: la economía del
conocimiento y la tasa de inversión. La economía del conocimiento es la puerta
al futuro, pero además es una deuda del radicalismo. Tenemos que invertir y
modernizar esta área. En cuanto a la tasa de inversión, la actual es
aproximadamente del 16% del PBI cuando hace falta el 21% para
desarrollarnos normalmente.
Hoy, en esta Convención de Parque Norte, los radicales tenemos la obligación
de revisar estos resultados, mientras nos hacemos responsables de lo que nos
compete. Eso implica poder preguntarnos ¿qué fue lo que en 2015 no miramos
o miramos mal, no diagnosticamos o diagnosticamos mal, delegamos y no
deberíamos haber delegado? Asumir que la mayor omisión de Gualeguaychú
fue no definir con precisión el país que el Radicalismo aspira a defender y
construir, dentro o fuera de cualquier coalición política.
Salir del populismo que pretendía reemplazar reglas por discrecionalidad,
instituciones por imposiciones, y que alimentaba un presente de manera
artificial a costa de un futuro que nos acercaba a la fractura cada vez más
rápido, es un primer paso. Cambiemos fue exitoso en esa dimensión. Pero no
podemos quedarnos ahí: conformarnos sólo con hacer antipopulismo es un
objetivo demasiado limitado si lo que pretendemos es transformar la Argentina,
sacándola del sendero de decadencia que arrastra desde hace ya tanto. Y ello
es todavía más cierto en vista de las complejidades que muestran las
democracias actuales, más aún la nuestra. Sólo el éxito en mejorar
sostenidamente la calidad de vida de nuestros compatriotas -en especial de
aquellos sectores más vulnerables- alejará definitivamente los fantasmas del
populismo en nuestro país.
C) Necesidad de un nuevo enfoque
Establecer las condiciones para el progreso continuo que precisamos construir
no constituye una tarea fácil. Si hay algo que este tiempo de gestión de
Cambiemos demuestra es que las dificultades fueron subestimadas, las propias
capacidades sobreestimadas o una combinación de ambas. Más allá de las
complicaciones provenientes del gobierno anterior y de aquéllas acumuladas
en el actual, nuestros problemas se vienen repitiendo desde hace ya mucho
tiempo. Vivimos en un país con inflación crónica cuyo promedio, aún sacando
los episodios hiperinflacionarios, es superior a la actual. En nuestra historia
caímos ocho veces en cesación de pagos, siendo la última la mayor en la
historia de la humanidad. En el último medio siglo la economía argentina creció
la mitad que el resto del mundo. Tan exiguo es nuestro desempeño en esa
materia que, si continuáramos igual, tardaríamos 108 años en duplicar nuestro
ingreso por habitante. Y más grave aún, la desigualdad es el doble y la pobreza
es cinco veces superior a las que teníamos en 1974.
Nuestros problemas son evidentemente más estructurales de lo que se suele
pensar, por ello su abordaje requiere también de respuestas estructurales. La
historia argentina fue configurando una sociedad compleja y demandante. Ello
es un rasgo muy positivo de nuestra idiosincrasia pero también desafiante ya
que las múltiples y contradictorias exigencias suelen exceder lo que la
economía y el Estado son capaces de proveer, desordenándolo todo.
La enorme tarea pendiente es, nada menos, que la de reordenar y
reimaginar nuestro Estado. Y con él también la economía y la sociedad.
Un Estado corrupto no puede perseguir el bienestar general. Un Estado
endeble no puede defender inteligentemente la soberanía, en un mundo cada
vez más complejo e incierto. Un Estado que dilapida recursos y no establece
bien sus prioridades genera incertidumbre, injusticias y finalmente crisis, que
destruyen nuestro tejido social.
Necesitamos un Estado fuerte, pero fuerte no es sinónimo de grande. Lo que
necesitamos es un Estado ágil y productivo. Vivimos en un mundo cada vez
más competitivo. Dentro de cada bien y servicio que producimos y vendemos
está el Estado. No solo con sus impuestos, también con la infraestructura vial,
ferroviaria, portuaria y aeroportuaria, energética, y sus políticas de salud,
educación y seguridad. Para que nuestras empresas compitan exitosamente
con las de otros países, nuestro Estado también tiene que mejorar con
respecto a otros Estados: si ahoga con impuestos crecientes y distorsivos pero
no se hace cargo de lo que debe, fulmina la iniciativa privada.
Necesitamos crecer sostenidamente para que la economía deje de ser un
motivo de preocupación permanente, y ser rigurosos hoy para ser prósperos
mañana. Ello significa que debemos ser capaces de abordar las urgencias
actuales pero dentro de un marco conceptual -tanto estructural como
temporal- más abarcativo: qué hacer con nuestro Estado para
devolvérselo a los ciudadanos.
Ningún espacio político puede ni debe acometer una tarea semejante en
soledad, ello resulta doblemente cierto si el espacio en cuestión es minoritario,
con las desventajas institucionales que esto conlleva. Es imprescindible ser
capaces de crear consensos amplios y de racionalizar nuestros disensos,
creando así un rumbo futuro compartido por muchos otros. Nadie puede
pretender tener un diagnóstico completo del Estado, la economía y la
sociedad en soledad. Menos aún la fortaleza para emprender de manera
aislada los cambios que hacen falta. No se trata de intentar tener o imponer
la razón sino de enriquecer la comprensión de lo que nos ocurre y nuestra
capacidad de modificarlo.
El diagnóstico que presentemos a la sociedad debe ser real, no
demagógico. Y las soluciones propuestas deben ser acompañadas de una
construcción política que haga que las mismas sean efectivamente
posibles. Es hora de demostrar que existe la responsabilidad de compartir los
costos de lo que hay que emprender si es que pretendemos sacar a la
Argentina de su larga decadencia, así también como la convicción de preservar
a aquellos sectores sociales que no tienen recursos ni tiempo para seguir
esperando.
En estos tres años de gobierno de coalición en Cambiemos, sobró informalidad
a la hora de intentar incidir con eficiencia en las políticas públicas y faltó
voluntad de cumplir las reglas que impidieran competencias disfuncionales,
radicales contra radicales, en tres distritos grandes: CABA, Santa Fe y
Córdoba. Esto no puede volver a ocurrir.
No hace falta empezar de cero. Hay que saber utilizar la experiencia de estos
años, tanto en sus aciertos como en sus errores. También podemos aprender
de las democracias presidenciales que enfrentaron problemas
estructurales similares a los nuestros y los resolvieron con exitosas
coaliciones de gobierno, como Chile y Uruguay. Más allá de que son
países unitarios y el nuestro es federal, es bueno tomar su ejemplo:
funcionaron bien porque establecieron y cumplieron reglas que
ordenaron el disenso, la identidad y la competencia entre partidos.
Evitaron caer en la tentación de convertir la coalición de gobierno en el partido
del presidente de turno, y que éste parezca encerrado o aislado a los ojos de la
sociedad.
Esas experiencias lograron transformar en reglas formales aquello que decía
Ricardo Balbín, cuando acordó la Hora del Pueblo: “Ningún partido debe
renunciar a su personalidad. Pero hemos dicho siempre que hay que cambiar
de estilo político, y que una parcialidad no lo puede todo. Sin que nadie
deponga nada de lo suyo hay que llegar a un compromiso común de
coincidencias mínimas, nunca máximas, sin perder nuestra individualidad (..)
hay que reconocer que somos diferentes".
Raúl Alfonsín en tanto, frente al desafío que implicaba consolidar la democracia
en Argentina, decía lo siguiente: “El requisito básico era la construcción de un
consenso, concretado en lo que llamamos un pacto de garantías, entre los
protagonistas del quehacer político. Pero el solo pacto de garantías no bastaba.
Para lograrlo pensábamos que era necesario impulsar una convergencia de
fuerzas. Nuestra cultura política había vivido aprisionada por un falso dilema,
que había impedido pensar el espacio central”.
Las elecciones suponen un diálogo hacia afuera, es decir con la ciudadanía.
Pero antes y después de ellas, las coaliciones precisan un fructífero diálogo
interno para realizar diagnósticos, elaborar políticas, aunar posiciones y fijar
comportamientos que provean certidumbre,
D) Final
Hoy los argentinos estamos cansados, no sólo de las dificultades actuales.
Estamos cansados de historias que se repiten. Cansados de entusiasmarnos
sólo para después frustrarnos. Estamos cansados de estar cansados. Cuando
uno está tan agotado todo parece más difícil de lo que es: nos sentimos así,
atrapados en un lugar imposible de modificar. Precisamos salir de ese estado
de ánimo e imaginar cómo ser mejores, juntos. Nuestra aspiración debe ser la
de reconstruir lo que alguna vez tuvimos: una sociedad justa, tranquila y plena
de movilidad social. Una sociedad respetuosa de sí misma y que se haga
respetar, orientada al desarrollo, con pisos pero sin techos, en la que nadie se
sienta afuera ni tenga obstáculos para su progreso.
El radicalismo formó Cambiemos con dos objetivos. Uno era estratégico y ya lo
dijimos: derrotar al “populismo”. El otro era táctico: recomponer un partido
maltrecho en el territorio y el congreso. Por eso, Cambiemos fue una alianza
electoral y no de gobierno.
En nuestro presente lo que se precisa es construir una coalición superior a
Cambiemos, que se enfoque en la gobernabilidad, convocando a todos
aquellos con espíritu republicano y a partir de un diagnóstico común, elaborar
políticas compartidas, apoyadas y defendidas por todos los miembros. Hoy lo
que necesitamos construir es una coalición de gobierno, con reglas
claras que indiquen el rol de cada partido.
Esta práctica ya tiene lugar a nivel provincial. En más del 66% de los distritos
donde el radicalismo integró coaliciones en las elecciones de 2015 y 2017 lo
hizo con un mínimo de 4 partidos y un máximo de 13 partidos, incluidos
aquellos donde es actualmente gobierno: Mendoza, Jujuy, Corrientes y
Provincia de Buenos Aires. No hay razones para pensar que la magnitud de los
problemas que enfrenta el país a nivel nacional precisa menos y no más
partidos, menos y no más representación en el Congreso. Los enormes
desafíos de gestionar el poder presidencial para imprimir transformaciones
positivas y definitivas en la vida de los argentinos también requieren, sin duda
alguna, de una construcción más fuerte que Cambiemos. Si hay voluntad y
existen objetivos comunes siempre es posible lograr nuevos acuerdos.
La coalición que surja va a requerir de mayor legitimidad política y mejor
coordinación entre los partidos que la formen. Ese es uno de los grandes
temas que esta Convención debe definir. El Radicalismo no es un partido
parlamentario, ni es un partido distrital: es un partido nacional. Sin reglas
funciona mal.
Vayamos por una visión clara y vigorosa sobre qué tiene que ser distinto en la
política para que los argentinos vivamos mejor. Demostremos nuestra
convicción y vocación para trabajar junto a otros. Despertemos entre todos la
pasión por cambiar las cosas, que es la felicidad de tener un sueño y
trabajar cada día por él.
Resolución de la H. Convención Nacional
ARTÍCULO 1°. Ratificar los acuerdos políticos nacionales aprobados por la
Convención Nacional en su sesión del 15 de marzo de 2015 y procurar su
ampliación en una nueva coalición para participar en las próximas elecciones
nacionales y distritales a otros partidos o sectores políticos que estén
comprometidos con la defensa del sistema republicano, representativo y federal
y que compartan los lineamientos generales de gobierno de la Unión Cívica
Radical.
ARTÍCULO 2°. Constituir una Comisión de Acción Política para que negocien la
instrumentación de los acuerdos políticos aprobados en el artículo 1°.
ARTÍCULO 3°. Establecer las siguientes bases para la actuación de la
Comisión de Acción Política:
1) La plataforma electoral deberá respetar los lineamientos generales de
gobierno y preceptos doctrinarios de la Unión Cívica Radical;
2) La participación de las autoridades de la Unión Cívica Radical en paridad de
condiciones en la adopción de decisiones de gobierno;
3) Los acuerdos políticos nacionales y distritales deberán potenciar la
competitividad electoral de la Unión Cívica Radical en todas las categorías de
cargos y jurisdicciones, priorizando el acceso de nuestra/os afiliadas/os a los
cargos ejecutivos y legislativos nacionales, provinciales y municipales. A tal
efecto, podrán establecerse listas de unidad con las demás fuerzas de la
coalición o, en su defecto, dirimir la mejor oferta electoral del espacio político
en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias;
4) Las listas de precandidatos deberán tener, al menos, un apoderado/a titular
nominado por las autoridades nacionales o distritales de la Unión Cívica
Radical;
5) Las boletas de sufragio de todas las listas de precandidatas/os a cargos
legislativos federales, provinciales, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o
municipales podrán adherirse a la boleta de sufragio de todos los
precandidatos a presidente y vicepresidente de la Nación.
6) Las boletas de sufragio de todos los precandidatos/as a presidente y
vicepresidente de la Nación podrán adherirse a todas las boletas de sufragio de
las listas de precandidatas/os a cargos legislativos federales, provinciales, de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires o municipales.
7) Las actas constitutivas y reglamentos electorales de las alianzas nacionales
y distritales deberán establecer las mismas condiciones respecto a los
requisitos de los precandidatos/as, órganos, integración de las listas, etc., que
las acordadas en el año 2015 para la constitución de “Cambiemos”.
ARTÍCULO 4°. Delegar en la Mesa Directiva del Comité Nacional la aprobación
de la gestión de la Comisión de Acción Política y la decisión final sobre la
constitución de la alianza electoral.
Ciudad de Buenos Aires, 27 de mayo de 2019.