Un atentado aún inmpune.
El 17 de marzo de 1992 a las 14.47 un coche bomba voló el edificio de la sede diplomática israelí en la esquina de Arroyo y Suipacha, obra de la Jihad Islámica, brazo armado del Hezbollah.
A 30 años del atentado a la Embajada de Israel, no hay detenidos, no hay nadie juzgado, ni siquiera sospechosos a quienes buscar. La impunidad es entonces una parte indisoluble y quedó asociada a la tragedia
La Corte dio por probado que el atentado fue obra de la Jihad Islámica, brazo armado de Hezbollah, un partido político pro iraní que actúa en el Líbano. Nunca fueron hallados, ni juzgados, los culpables. En 2010, el embajador de Israel en Argentina, Daniel Gazit, declaró que el servicio de inteligencia de su país, Mossad, había llevado adelante una investigación del atentado, de la que no se conocieron los resultados, y que Israel había eliminado a sus autores.
La causa judicial por el atentado -que mató a 29 personas pero solo pudieron ser identificadas 22- está a cargo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación por tratarse de un hecho en una sede diplomática
En la causa nunca hubo presos ni condenados. Dos años después, el 18 de julio de 1994, otro coche bomba atentaba contra la sede de la AMIA. 85 personas fueron asesinadas.
La Embajada de Israel funciona hoy en el décimo piso de la Torre La Buenos Aires, en la Avenida de Mayo. El sitio donde se alzó hasta 1992, es hoy una plaza destinada al recuerdo. Se preservó una parte del muro original, en una placa están grabados los nombres de las víctimas y dos hileras de árboles crecen por sus vidas rotas. Como todos los 17 de marzo, hoy va a celebrarse allí un acto cargado de emoción.
A treinta años, es también el aniversario de una vergonzosa frustración.