Un nuevo aniversario del fallecimiento de Raúl Alfonsín.
La difícil realidad política que le tocó vivir impidió que Alfonsín pudiera llevar a cabo su propósito. Pero no cabe duda que la tarea que nos propuso continúa pendiente.
Raúl Alfonsín solía decir que podía haber monarquías con un pueblo antimonárquico, un régimen fascista con un pueblo antifascista, pero que la democracia necesitaba demócratas. Es decir, compartir una cultura respecto de ciertos valores. Seguramente, el que aparece como fundante es el pluralismo, no sentirnos el todo, sino parte de un todo, respetar y tolerar la diversidad, y tratar de llegar a consensos por medio de la discusión racional de ideas. El primer gobierno de la transición democrática que lideró Alfonsín tenía por delante un desafío mayúsculo. En primer lugar, afianzar el sistema democrático. “Democracia para siempre”, como decía. Pero, a la vez, dar una respuesta a los crímenes cometidos por la dictadura más cruel, sanguinaria y salvaje que sufrió la Argentina. Alfonsín tuvo la audacia, la intuición y el coraje de emprender un camino inédito en el mundo. Juzgar a los máximos responsables de lo sucedido con el Código Penal común, respetando las reglas del debido proceso y con jueces civiles. Pese a sufrir tres alzamientos militares, la decisión de Alfonsín permitió que la democracia se construyera sobre la base del estado de derecho, que es la columna vertebral de un régimen democrático. Alfonsín también creía que Argentina era un país mal integrado, las constantes pujas en nuestra historia entre distintos sectores políticos, sociales, gremiales y empresariales, demostraban que había una seria dificultad en establecer mecanismos de cooperación que permitieran la adopción de políticas de largo alcance, lo que lograría estabilidad y previsibilidad a un proyecto de desarrollo compartido. Una vez en el gobierno, Alfonsín intentó enhebrar ese difícil consenso. Los tres pactos que anunciaba en el conocido discurso de Parque Norte, un pacto de garantías (acuerdo en las bases institucionales y en la resolución de las controversias), la ética de la solidaridad (distribuir igualitariamente la libertad) y la modernización del Estado, constituían la base sobre la cual deberían elaborarse coincidencias sustantivas. Lamentablemente, la difícil realidad política que le tocó vivir impidió que Alfonsín pudiera llevar a cabo su propósito. Pero no cabe duda que la tarea que nos propuso continúa pendiente. Argentina sigue en la búsqueda de esos acuerdos fundamentales que nos hablaba Alfonsín y que tanto necesitamos.
(por Ricardo Gil Lavedra)