Por Pedro José Salas.
Un día como hoy, hace 12 años, se realizaban elecciones en Santa Rosa para poner fin a la Intervención Municipal originada por la crisis política y social causada durante los 87 días nefastos del anterior gobierno municipal.
El 31 de agosto de 2008, el electorado santarroseño se inclinó a favor de la consigna “FRANCISCO TORROBA, el Intendente que nos une” y llevó al candidato radical y al Frente Pampeano Cívico y Social (FREPAM) al gobierno de la capital pampeana.
El gobierno electo aquel día llegaría a hacerse cargo y revertir la situación de una administración municipal fuertemente castigada por la escasez de recursos, con una gran precariedad laboral de un amplio número de sus trabajadores –sujetos a planes de empleo- y con una profunda obsolescencia de su equipamiento. Encontraría una ciudad con obras paralizadas, con un fuerte deterioro de su infraestructura y un sistema sanitario que comenzaba a evidenciar la gravedad de su estado.
Por decisión de los santarroseños y pese a las dificultades, en diciembre de aquel año se iniciaría un Gobierno Municipal políticamente amplio y participativo, austero y eficiente, que no solo “subiría a la lona” a la administración municipal sino que cumpliría con sus funciones propias en la prestación de servicios, ejecución de obras y atención de las necesidades y carencias sociales y vecinales, contando para ello con la colaboración del más antiguo y eficiente personal de la planta municipal que fue convocado a asumir la dirección de diversas áreas.
En escasos tres años y tres meses de gestión, aquel Gobierno Municipal dejaría hitos históricos en la ciudad, como la creación del EMHSU, para la recuperación de la prestación municipal de los servicios de barrido y recolección de residuos (reiteradamente privatizado por las gestiones anteriores) o sus políticas y acciones públicas –pioneras a nivel nacional- en la lucha contra la prostitución y la trata de personas de personas con fines de explotación sexual.
Una exigua diferencia de votos impediría luego la consolidación de ese modelo progresista en un segundo y consecutivo período de gobierno. La posterior disgregación del equipo de gestión, la disolución del marco referencia política y la preponderancia de intereses personales por sobre los proyectos políticos comunes cerrarían definitivamente el retorno de una forma de gestión que no pudo mejorarse, al menos hasta el presente.