El ensayista franco-búlgaro recibió el premio Príncipe de Asturias en 2008
El pensador Tzvetan Todorov ha fallecido este martes en París a los 77 años, “víctima de complicaciones derivadas de una enfermedad neurodegenerativa”, según un comunicado difundido por su familia. Filósofo, lingüista, semiólogo y teórico de la literatura, Todorov habrá sido uno de los observadores más lúcidos del desorden de las sociedades contemporáneas. Humanista de aliento crítico, dedicó su obra a estudiar la alteridad, la barbarie, los límites de la libertad individual y el espíritu de insumisión ante circunstancias adversas. Nacido en 1939 en Sofía, pero formado en la ebullición intelectual del París de los sesenta, el filósofo obtuvo la nacionalidad francesa en 1973, tras escapar de la Bulgaria comunista, de la que guardó un recuerdo traumático.
Como todo “hombre desplazado”, como le gustaba autocalificarse, Todorov se distinguió por su espíritu inclasificable y su afición a traspasar fronteras entre disciplinas.
La experiencia del exilio durante su juventud le convirtió en un militante infatigable contra los totalitarismos y en un crítico feroz respecto a las atrocidades cometidas en nombre de la utopía revolucionaria, como reflejó en La experiencia totalitaria (2010). Se opuso también la doctrina ultraliberal, que le parecía igual de inhumana, y abogó a menudo por la búsqueda de terceras vías. Durante los setenta apoyó la intervención estadounidense en Vietnam, pero no la segunda guerra de Irak. “El derecho de injerencia es un concepto peligroso, que puede ser utilizado para justificar cualquier agresión, como lo fue el concepto de civilización en tiempos de las guerras coloniales”, escribió en Le Nouvel Observateur en 2004. La única excepción, para Todorov, llegaba en caso de genocidio. “Cuando sucede, hay que hacer todo lo posible para detenerlo”, sostuvo. Todorov estuvo casado entre 1981 y 2014 con la escritora canadiense Nancy Huston, con quien formó una pareja que fue toda una institución de la vida intelectual francesa.