Primer kit argentino para detección de anticuerpos contra el nuevo coronavirus en tiempo récord.
Nora Bär. La Nación.
El miércoles a la tarde, con el sol brillando sobre el Parque Centenario, los pocos autos estacionados frente a la Fundación Instituto Leloir le daban un aspecto inusual a una cuadra habitualmente bulliciosa. Los portones cerrados con candado, el ingreso y la biblioteca de la planta baja sumida en la penumbra le daban al edificio un aspecto desacostumbrado. También los pasillos y laboratorios estaban vacíos, salvo uno, el de la viróloga Andrea Gamarnik y sus becarios, el equipo que metió el último "golazo" de la ciencia local: el desarrollo en tiempo récord del primer kit argentino (y muy probablemente de América Latina) para detección de anticuerpos contra el nuevo coronavirus.
Es difícil no sentirse orgulloso y deslumbrado por la calidad profesional y humana de este grupo, que trabajó con investigadores de la misma institución y de otras, públicas y privadas, con médicos y epidemiólogos de la Capital y el resto del país. Sorprendidos por el brote de Covid-19 mientras estaban produciendo papers sobre dengue y zika que les otorgan "puntos" y prestigio para su carrera, no dudaron en dejarlos de lado para ponerse a trabajar 15 horas por día, de lunes a lunes, y convertir el laboratorio de virología molecular en una fábrica de insumos para este kit que ya pusieron a disposición de los ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación, y de Salud, y que serán distribuidos de acuerdo con las necesidades del sistema sanitario local, lo que permitirá un ahorro de millones de dólares.
"Mirá qué belleza", le decía Horacio Martín Pallares, uno de los jóvenes becarios que hicieron posible este logro, a su compañera de equipo Mora González López Ledesma. Ambos miraban exultantes una tira de papel que emergía de una mínima impresora con una imagen en blanco y negro de "algo" inescrutable para legos, pero que aparentemente indicaba la altísima pureza de la proteína que estaban obteniendo en el laboratorio, un insumo fundamental que actúa como un imán para atraer los anticuerpos presentes en el suero de las personas que tuvieron contacto con el virus y que es el corazón del kit serológico. Tanto Mora como Horacio vienen trabajando a todo vapor desde hace 45 días junto con sus compañeros, Guadalupe Costa Navarro y Diego Ojeda, que exhiben la misma luminosa sonrisa, el mismo entusiasmo.
Andrea no es una desconocida para la ciencia local. En ella confluyen brillantez intelectual y humildad, calidez y liderazgo. Fue destacada en 2016 con el Premio L'Oréal-Unesco por las Mujeres en la Ciencia en representación de América Latina y es reconocida internacionalmente por sus hallazgos sobre la biología del virus del dengue. Cuando se propone algo, despliega una garra de leona. Y lo más importante es que alcanzó sus numerosos lauros profesionales sin dejar de lado sus cualidades humanas. Nacida en Lanús, fue la única universitaria de su familia, y durante su infancia y adolescencia, una apasionada del deporte. Fue federada de Ping-Pong y Handball en el Centro Cultural Peretz, que acaba de cumplir 80 años y al que le rindió un cariñoso tributo en un video realizado desde su laboratorio. "El trabajo que estamos haciendo tiene que ver con una forma de ser, una forma de trabajar, de ver la vida? Y todo eso a mí me lo dio el Peretz (...) -explica en ese mensaje-. Tiene que ver con un compromiso con el otro. A veces cuando estoy acá, con mis colegas, siento como que todavía estoy en el kinder , por la forma en que hacemos este trabajo, en cómo tratamos de solucionar los inconvenientes sin pedir ayuda al extranjero, generando nuestras propias herramientas para resolver los problemas que tiene la Argentina. El Peretz está en mi corazón y lo siento como parte de mi esencia".
Y pensar que alguna vez, en tren de confidencia, reconoció que en realidad, antes de dedicarse a la ciencia, quería ser jugadora de fútbol.